Prof. Dr. Victorio L.
Contento
Instituto Hahnemanniano Internacional
Sede Central
El caso es gravísimo pero no lo es menos que
el rótulo de muerte cerebral.
El cerebro no está muerto y la prueba de ello es que el organismo entero vive, la sangre
circula, y por ende, la economía del organismo se mantiene, incluso el tegumento.
Los sentidos funcionan físicamente aunque no fisiológicamente, vale decir que ve, oye,
huele y siente el tacto y el sabor, pero no los entiende ni los conoce. Es una verdadera
vida animal que con mucho acierto se la ha rotulado de vida vegetativa. Pero no es una
planta y el sujeto no está muerto.
Lo que ocurre es que ha perdido o tiene inhibido todo el sistema de relación; está la
persona totalmente desconectada del entorno, de modo que los estímulos exteriores llegan
a los sentidos pero no pueden ser elaborados; la diferencia con un objeto se basa en que
el ser vivo la recibe y en cambio el objeto la deja pasar. Sólo se mantiene en pie el
sistema vegetativo del enfermo, que es el que conserva la vida y por lo tanto el
metabolismo global sólo funciona para el sostenimiento de ésta.
El estado de estos seres así afectados recuerda al del batracio descerebrado de los
experimentos de la fisiología, con la diferencia de que en el ser humano el cerebro
permanece y no se pudre.
En el cuerpo humano se han descubierto alrededor de un centenar de reflejos de todo tipo
¿Acaso se han explorado al menos algunas decenas? Ellos nos darían buenas pautas para
pensar en ciertas posibilidades de recuperación, teniendo muy en cuenta los abolidos, los
de escasa reacción, y los muy vivos.
Si la medicina tradicional carece de medios, y el único recurso que le queda es el de la
eutanasia, ¿Por qué no se recurre a otros sistemas de alternativa antes de matar al
doliente?
No es aceptable la idea de que: si han fracasado todos nuestros intentos, ¿Qué
cosas podrían hacer otros?.
Estas preguntas llevan a una verdad que no sale del campo científico puro, porque hay
evidencias incontrovertibles de que la terapia tradicional en boga (alopatía), sólo
cuenta en su haber con no más del 40% de los recursos curativos del mundo; quedaría pues
una franja también científica del ¡60%! que constituyen otras tantas opciones y
posibilidades que podrían remediar el caso. Vale insistir en que abundan ciertos
procedimientos efectivos, a veces increíbles, por sus sorprendentes resultados siempre
comprobables y ajenos a todo charlatanismo. Por cierto, se trata de recursos que se hallan
por fuera del campo alopático, pero en casos como el presente, parece como si el médico
actuante olvidara que su misión es la de curar; y deja de lado cualquier otro recurso
valedero por considerar erróneamente que no le corresponde a su quehacer ni al
comedimiento de insinuar otros caminos.
En la jerga médica de algunos lugares solemos decir si con caldo se va curando,
sígale dando.